Hubo una etapa de la Liga Nacional que reunió en sus estadios a los mejores jugadores de la historia de la LNB. Fue en la mitad de la década del 90, cuando, entre otros, se lucían Emanuel Ginóbili, Fabricio Oberto, Luis Scola y Andrés Nocioni. Al mismo tiempo, empezaba a destacarse con la camiseta de Ferro Carril Oeste, un grandote de 2.04 metros, que terminó siendo clave para salvar en 1995-1996 al equipo de Caballito. Era Gabriel Diego Fernández, quien con el paso del tiempo se convertiría en una pieza importante de la selección nacional hasta convertirse en campeoón olímpico en 2004.
Esa temporada debut fue clave en la carrera del pivote, ya que desarrolló una arma que sería letal a lo largo de su carrera, el tiro de tres puntos, alentado por su entrenador de entonces, Guillermo López. "Me veía practicar en los entrenamientos y me insistía para que pruebe en los partidos". Gaby respondió la confianza con tres triples anotados en el último partido de la permanencia en el que Ferro le ganó a Estudiantes de Olavarría. Fueron los únicos de la temporada para el nacido en Burzaco, que luego de esa experiencia dio el salto a Boca.
Surgido como un pivote con características más ligadas al juego áspero fue afinando su juego en sus cuatro temporadas en Boca (campeón en 1996-1997) y una en Estudiantes de Olavarría (tuvo un año de gloria entre 2000 y 2001). Tuvo cuatro entrenadores de lujo en esa etapa: Julio Lamas, Néstor García, Rubén Magnano y Sergio Hernández: "Rubén fue el mas importante de mi carrera, el que me hizo madurar, y le dio un órden a mi forma de jugar. Néstor es muy vivo y aprovecha lo mejor de cada jugador, mientras que Sergio te otorga libertades, pero siempre mantiene el control. Julio es una mezcla de todos".
Fue una etapa brillante en la que enfrentó a Manu, Fabricio y Scola. "Oberto era imposible de defender y muy díficil hacerle puntos, Manu metió un cambio físico terrible que lo hizo despegar en Estudiantes de Bahía Blanca y a Luis lo enfrenté cuando jugaba en Ferro a los 16 años y ya era una figura. Todos mostraban potencial, aunque claro nunca se pensaba en llegár tan alto". Más allá de esos nombres ilustres, rescata a Sebastián Festa, con quien compartió equipo en Boca. "Era un ganador nato, tenía garra, nunca sentía miedo y jamás creía que hubiera algo que no iba a lograr. Me marcó mucho en mi carrera ser su compañero".
Su experiencia en Europa (entre 2001 y 2007) lo hizo más profesional. En las Ligas Europeos, asegura, el jugador se cuida más que en Argentina, especialmente en el aspecto físico. Eso también lo hizo crecer y tomó una rutina inalterable: acostarse siempre temprano antes de los partidos aunque le cueste conciliar el sueño y, recién después del juego, darse algunas libertades como tomar algo de alchool. "Para festejar si ganamos o para olvidarse rápido de una derrota", dice y se ríe.
Cuando volvió a la LNB en 2007 para jugar nuevamente en Boca, ya se había colgado una medalla plateada en el Mundial 2002, el oro olímpico y consiguió el cuarto lugar en Japón 2006. Fue parte de la Generación Dorada del básquetbol nacional y en su regreso se lo consideraba una estrella. "Nunca sentí eso, pero siempre creo haber sido un jugador respetado. Igual, me parece que a otros jugadores se los valora más por haber transcurrido toda su carrera en la Argentina". Palabra de leyenda.